El hombre como cazador sexual
En todo hombre existen dos realidades: una “primitiva”, condicionada por genes ancestrales que no han tenido suficiente tiempo para adaptarse a la realidad actual, y una “civilizada” por efecto de la educación y la cultura. Entender esta realidad psicobiológica del hombre ayuda a comprender muchos aspectos de su comportamiento sexual.
La capacidad reproductiva a lo largo de toda la vida, además de una fisiología que le permite un alto deseo y una rápida respuesta sexual, son factores indicativos de un destino encaminado a una profusa y permanente transferencia genética. La limitación en el desarrollo de estas facultades, además de otras ligadas a la condición de cazador en un mundo que inicialmente era inhóspito y agresivo, explica determinados comportamientos del hombre actual, tanto en la esfera sexual como en la relación de pareja y la competitividad, agresiva o no, que establece con otros hombres. En aquellos tiempos remotos se competía para la obtención de carne, por las mujeres, por la defensa del territorio, de la misma manera que los espermatozoides competían entre ellos para alcanzar el óvulo. El hombre se ve obligado a competir hasta para nacer.
La observación de culturas que no han estado expuestas a los avances tecnológicos y sociológicos de los últimos años, así como de nuestros primos hermanos los chimpancés y bonobos, con los que compartimos el 98% del material genético, ayuda a conocer nuestro comportamiento más primitivo.
Los valores clásicos de masculinidad están en profunda crisis y tienen que replantearse con urgencia en un nuevo mundo en el que el poder será ejercido por la mujer.
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