¿Cuáles pueden ser los efectos de la cirugía por cáncer de próstata en la función sexual?

La próstata es una glándula del tamaño de una nuez que rodea el primer segmento de la uretra, hallándose justo por debajo de la vejiga urinaria. Su función es aportar aproximadamente medio mililitro de una secreción de carácter ácido al semen. Junto a la secreción de las vesículas seminales, favorece la viabilidad de los espermatozoides en su trayecto a través de la vagina. De la misma manera que sucede con las glándulas mamarias de la mujer, la próstata tiene una escasa funcionalidad, pero da lugar a una gran cantidad de patologías. Las más frecuentes son la prostatitis (inflamación de la próstata), que afectan fundamentalmente a hombres jóvenes, el crecimiento benigno (hiperplasia benigna prostática) que se produce a partir de los 50 años y el cáncer de próstata que se presenta también en las últimas décadas de la vida. El cáncer puede detectarse de manera muy precoz si se siguen controles anuales a partir de los 40 años y sin falta a partir de los 50. El tacto rectal y la determinación analítica del antígeno prostático específico (PSA) permiten establecer la sospecha de un cáncer prostático que debe confirmarse mediante la práctica de una biopsia en la que se extraen fragmentos de tejido de distintas localizaciones de la glándula.

Entre los tratamientos más frecuentes del cáncer de próstata cabe destacar la extirpación total de la glándula ya sea por vía abierta o por vía laparoscópica. Estas cirugías tienen una serie de efectos secundarios sobre la función sexual. En todos los casos el paciente va ha presentar una ausencia de eyaculación, dado que se extirpan las estructuras donde se produce el fluido que acompaña a los espermatozoides ( próstata y vesículas seminales). A pesar de ello, se conserva la capacidad orgásmica. Otra consecuencia de la cirugía es la alteración de la función eréctil (disfunción eréctil), dado que en la mayoría de ocasiones es muy difícil preservar los nervios de la erección que se hallan totalmente adheridos a la próstata. También es posible que se lesionen alguna de las arterias que aportan sangre al pene.

Además, pueden existir determinados factores, ligados muchas veces a la edad avanzada, que también pueden perjudicar a la función eréctil. Entre ellos cabe mencionar la hipertensión arterial, la diabetes y el exceso de colesterol.

La afectación de la erección después de la cirugía puede ser temporal o definitiva. Si se han podido conservar los nervios de la erección, pero estos han sido traumatizados, puede tardarse hasta 1-2 años en recuperar la erección. En cualquier caso, es de la mayor importancia, iniciar un tratamiento rehabilitador de la erección lo más pronto posible después de la cirugía, dado que la entrada de sangre en el pene constituye la oxigenación del órgano. Si transcurre demasiado tiempo sin que se produzcan erecciones, el tejido muscular de la erección puede acabar transformándose en un tejido fibroso que aboque a un proceso irreversible.

El primer tratamiento que debe ensayarse, siempre que no esté contraindicado, son los fármacos vasodilatadores que se administran por vía oral denominados inhibidores de la 5 fosfodiesterasa: sildenafilo (viagra ®), vardenafilo (levitra ®) y tadalafilo (cialis ®). Estos fármacos pueden ser efectivos fundamentalmente en aquellos casos en los que existe un cierto grado de erección. Pueden administrarse de manera continuada o únicamente cuando se desee mantener actividad sexual.

Si los fármacos orales no consiguen mejorar el grado de erección debe ensayarse la inyección de fármacos vasodilatadores directamente en el interior del tejido cavernoso. El único fármaco comercializado y aceptado por las autoridades sanitarias de nuestro país es la prostaglandina E1 o alprostadil (caverject ®). Ni que parezca un tratamiento agresivo, cabe citar que se realiza con una aguja de muy fino calibre y el paciente se acostumbra perfectamente a autoinyectarse de igual forma como lo hace un diabético que se aplica insulina.

Si el tratamiento intracavernoso no es efectivo cabe ensayar los mecanismos de erección por vacío que consisten en aplicar un cilindro alrededor del pene sobre el que se aplica un sistema de vacío. Ello favorece que se aspire sangre al interior del pene. De ser así, se retira el cilindro y se mantiene la erección mediante una anilla que comprime la base del pene. El tiempo de aplicación de este sistema no debe sobrepasar los 30 minutos, tiempo suficiente para mantener la actividad sexual.

Cualquiera de los tratamientos mencionados, desde el más sencillo al más complejo, tienen como objetivo favorecer la entrada de sangre en el pene para poder realizar la actividad sexual y para ayudar a la recuperación de la erección natural en aquellos casos en los que se hayan podido conservar las estructuras vasculares y neurológicas del pene.

En aquellos casos severos que no responden a ninguna de las metodologías mencionadas o cuando pasado un tiempo suficiente no se recuperan las erecciones espontáneas, cabe plantearse el implante de una prótesis de pene. Este es un tratamiento con el que se tiene una larga experiencia, aparte de haberse mejorado muchísimo los materiales que  componen las prótesis. Las  más adecuadas son las denominadas hidráulicas que permiten dar rigidez al pene en el momento deseado, no obstante, también pueden implantarse prótesis más sencillas, denominadas maleables que dan lugar a una rigidez permanente del pene.

Como en cualquier otra causa de disfunción eréctil, el paciente puede también presentar una disminución del deseo sexual, entendido a veces como un mecanismo de defensa del organismo. En el caso de la cirugía por cáncer de próstata el paciente presenta además la angustia propia que supone el cáncer, la inhibición inicial a mantener actividad sexual por la existencia de incontinencia urinaria (puede presentarse las primeras semanas o meses después de la cirugía) y el efecto psicológico de no observar la salida de semen.

La mayoría de las consideraciones realizadas para la cirugía prostática pueden aplicarse también a aquellos casos en los que se realiza radioterapia en vez de prostatectomía radical.

A modo de resumen, cabe apuntar que el cáncer de próstata diagnosticado y tratado a tiempo puede tener muy bien pronóstico. A pesar de que el que sufre esta dolencia no piensa inicialmente en el tema de la función sexual, hay que considerar que pronto va a recuperar una vida normal y el sexo es un parámetro importante que define la calidad de vida. Lo más pronto posible después de la cirugía, es aconsejable consultar a un andrólogo para planificar de forma adecuada la rehabilitación de la función sexual, teniendo en cuenta que en la mayoría de ocasiones existen soluciones para resolver este problema.